Me veo en la obligación
de hablar, ¿otra vez?, o comentar, sin alterar o generar acritud con
los amantes de la "res pictórica", tras la presentación
del cartel anunciador del abono de la temporada en Sevilla. Es
conocido por todos los aficionados, y a la cultura en sus distintas
vertientes artísticas, que en los últimos años algunas obras
elegidas por la Junta de Gobierno de la Real Maestranza de Caballería
han provocado comentarios jocosos, divertidos, folclóricos o de
aceptación positiva sobre los carteles. ¿Se acuerdan de la "mosca
en el yogur", del "semitoro", etc?. Algunos de ellos,
feos de espanto, y que no glorificaban la fiesta en Sevilla.
Decía el
pìntor clásico Nicolas Poussin que «los colores en la pintura
están para persuadir a los ojos», y llevaba toda la razón pero en el
cartel de este año, los colores brillan por su ausencia, y a los ojos del noble autor que lo ha
sentido así puede que le haya transmitido algo, que no lo pongo en duda, pero a la otra mital de los mortales creo que nos genera dudas y muchos comentarios no fáciles de argumentar.
Como gusta decir por estas tierras, otro cartel que trae guasa (que
no Whatsap) de la buena.
La obra de ese año no
deja a nadie indiferente, y su infantil interpretación de la
tauromaquia, con un color triste y uniforme
provoca cierta negatividad en un anuncio de abono que precisamente no se
presenta mohíno, sino todo lo contrario; se presupone que va a ser un abono feliz
(regresan las figuras), lleno de colorido juvenil (toreros
emergentes) y por tanto con perspectivas de futuro (competencia). Si hubiera el pintor abordado todos estos valores en el cuadro, mi modesta opinión, hubiera sido un encuadre artístico inmejorable. Pero viendo lo presentado, estimo que no se trata de una obra
afortunada para anunciar el abono de temporada, precisamente en un
momento donde se necesita plasmar/dibujar los
trazos más singulares de la fiesta. Y lamentablemente ese cartel, de
bajo perfil taurino, solamente deja entrever que el pintor de toros
sabe poco. Con ver la interpretación del lance, y la
cabeza del toro, podemos deducir que el autor no ha destinado
su sensibilidad, como tantos otros cartelistas, para describir una
tarde de toros en la plaza más bonita del mundo.
Se necesitan gestos,
también en la pintura, para dignificar la fiesta de los toros. Lo
hecho fijado se queda, pero Señores Maestrantes, para la próxima
vez contraten a un pintor que interprete la cultura taurina con el
color, estética y armonía que dibuja la Plaza de Toros de Sevilla
en una soleada tarde de la Feria de Abril. Dicho queda.
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