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lunes, 28 de marzo de 2016

1ª de abono en Sevilla: ¡Bienvenido a la Maestranza, Alejandro!

Volvían las figuras a Sevilla; regresaban las tardes de relumbrón y de rosas, de sol y moscas, y de expectación al coso del Baratillo. Y en el Baratillo se esperaba con gran ilusión la visita de Morante de la Puebla para rezarle una oración a la Piedad, antes de poner camino a la calle Iris, y encontrarse con un público alegre y con ganas de volver a ver las figuras en la Maestranza. Y han visto tres figuras, pero con distintos objetivos y tonalidades artísticas.
Los toros de Garcigrande, sobrero incluido, de correcta presentación y hechuras en términos generales, han tenido un juego igual, descastados, carentes de fuerzas, y manseando en el último tercio. Quizás el lote más completo lo haya tenido Manzanares que no supo sacar partido de dos toros nobles pero algo sosos.
Morante de la Puebla tuvo un primer oponente que tuvo poca fuerza pero la escasa dulzura le permitió expresarse con el capote con una verónica y una media marca de la casa. Todo lo demás la voluntad de un torero que brindó a Sevilla para pedir (eso pienso yo) perdón por sus ausencias años atrás. El animal a la defensiva y el toreo de la Puebla dispuesto y relajado pero atacando en un pozo sin agua. Tras estocada fue silenciada su labor. 
Con el cuarto, pasó de héroe a villano en 20 minutos. Tras la cogida de "El Lili", a la salida de un par de banderillas, parecía que la faena no iba a ser la esperada, pero Morante tenía ganas. Estaba en Sevilla, y en su casa.  Aprovechó las primeras embestidas para realizar labores de enfermero con precauciones iniciales pero quizás tuvo una esperanza tras una tanda con la mano derecha donde se gusto ante un animal que nunca tuvo raza y si algo de genio en sus cortas embestidas. Morante pareció estar a gusto y disfruto entre pase y pase. Faena larga, preludio del desastre, en la que no faltaron los remates y detalles. Era Morante, era su toreo, era Domingo de Resurrección, y se pasó de faena. Tras una estocada mal ejecutada, atravesada y tendida, el toro se puso incomodo, la cuadrilla de Morante se inhibió, y el diestro de la Puebla dejó que le sonaran tres avisos. 
José María Manzanares con él mansito segundo apenas pudo lucirse en el primer tercio. Peleó con genio en el caballo al que derribó. Quite por tafalleras de Talavante que tuvo emoción al que Manzanares respondió con chicuelinas en tono menor. O sea algo rápidas. Tras un tercio de banderillas espectacular a cargo de Rafael Rosa, y una lidia extraordinaria de "Suso", parecía que el toro tomaba aire, y Manzanares, reposo y alegría. El toro pedía terrenos de querencia y el torero navegó a la deriva en una lidia intermitente, y sin apenas resolver, una embestida algo mansa pero perfecta de planteamiento años atras. Lo mejor la estocada. 
Con el quinto, otro toro que tuvo argumentos más que suficientes para Manzanares hubiera estado mejor. Un toro que sin ser bueno, tuvo movilidad y fijeza cuando se le citaba y mandaba con poder y decisión. El de Alicante no quiso pelea y el toro terminó rajándose. Lo mejor, otra vez, la estocada, y un triste silencio para el diestro. 
Alejandro Talavante sorteó un primer oponente sobrero de la misma ganadería que tuvo cierta sosería en los primeros tercios. Después tras apretar en banderillas, Talavante planteó de salida una faena a izquierdas con un cartucho de pescado en el centro del ruedo que recordó al gran maestro Pepe Luis. El toro pedía mando y temple y el extremeño le recetó ese ingrediente. Y otra cosa; valor y seguridad. Magna lección de Talavante ante un animal por el que nadie apostaba. Su apuesta por el dice mucho de su estado de forma y posición. Tras una estocada se le concedió una merecida oreja. Con el último de la tarde, el extremeño demostró que esto de torear, y ser figura, se cimenta sobre tres elementos; la verdad, la naturalidad y el valor. Tres conceptos muy puros que calibró, y caló en la faena del sexto de la tarde. Toro incierto por el pitón izquierdo, y donde el torero basó su lidia. Poco a poco el toreo entró en la muleta, y el público en una faena con tintes de suspiros permanentes ante la emoción del toro y el torero. La gente así lo interpretó en la plaza y si no fuera por el mal uso de la espada, el premio hubiera sido mayor esta tarde. Un aviso muy grande ha pegado Talavante al escalafón de las "figuras" y "emergentes"; aquí está el y su tauromaquia. Bienvenido a Sevilla, Alejandro.

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