Lo decíamos ayer, la plaza de Sevilla y su afición no están viviendo su mejor momento. Se aplaude todo y mal; los pegapases, los solos de trompeta, los malos puyazos, los peores picadores, los toros mansos, los pares de banderillas a toro pasado, etc., etc., y eso conlleva que el público pida orejas sin sentido y lo peor es que la responsabilidad es de un palco que con sus actos certifica los aplausos del que sabe aplaudir. Me consta que los presidentes lo están pasando mal en esta feria, y desde aquí mi aliento y consideración hacia un trabajo nada fácil, pero deben ser conscientes que con sus actos ganamos o perdemos todos. Su respeto hacia al aficionado es el compromiso del mañana para la fiesta.
El encierro de hoy de Garcigrande- Domingo Hernández, muy desigual de presentación, ha tenido nobleza, mansedumbre, descastamiento, pero se ha dejado en términos generales. Unas cuantas así tampoco vendrían mal, pero que estén mejor presentadas.
Julián López “El Juli” pecho con un primer toro, bajo de presentación, que anduvo manoseando en los primeros tercios y donde el madrileño toreó con despaciosidad y temple a un toro que respondió con nobleza y recorrido. La forma de lidiarlo y llevarlo embarcado tuvo criterio y el diestro se afanó por ambos pitones en dejar series ligadas de bello trazo. Al natural dibujo dos series muy templadas. Tras una estocada entera muy trasera se le pidieron con fuerza dos orejas que el palco concedió de forma muy generosa. Con una hubiera sido suficiente.
Con el que cerraba su lote, mejor presentado que sus hermanos, manseó en el caballo con el genio de un animal que no quería pelea de bravo. Pero una figura del toreo es por algo, y le recetó al toro la faena que necesitaba para cortar la oreja de la Puerta del Príncipe. Faena poderosa del madrileño donde se ajustó mejor por el pitón izquierdo con un toro noble que se dejó torear. Practicó una faena efectista y justa para cortar esa oreja. Tras un pinchazo y estocada entera algo desprendida se le concedió la oreja. ¡Seguimos de fiesta!
Manzanares, con su primero, otro toro bajo de presentación, de aspecto anovillado, que en los primeros compases de la lidia no dijo nada pero que en la muleta tuvo franqueza para seguir la estela de la muleta del de Alicante. Faena con muchos desajustes, sobre todo al entender de forma tardía las buenas condiciones del pitón derecho. Al natural nunca se acopló con las embestidas del animal y la mejor tanda y acople fue precisamente la última donde reventó el público. Faena discreta que no fue rematada con la espada.
Con el quinto, con un animal que transmitía muy poco, el alicantino anduvo tirando líneas pero sin definir una línea de ataque clara. Lo mejor vino en una serie por la derecha de pasa ligados y con ese empaque que desarrolla con un pase de pecho de bella plasticidad. La verdad es que Manzanares dejó muchos intervalos entre tanda y tanda y el público no entró en la faena hasta que despertó con la música. Tras una estocada caída se le concedió otra generosa oreja por aclamación de un público muy cariñoso.
Pablo Aguado le tocó en suerte un animal bajo de raza que tuvo poca acometividad en la muleta, pues se dejó toda la fuerza en el caballo. Faena voluntariosa de Pablo donde no se motivó con las sosas embestidas del animal. Al final el toro terminó por rajarse.
En el último, otro toro que manseó y tuvo poca trasmisión para el torero, lo mejor fue con el recibo capotero, con un ramillete de verónicas, muy naturales y templadas que fueron rematadas con una media muy garbosa. Después de aquello poco que contar, el diestro sevillano se afanó en dejar detalles pero sin terminar de despegar. Acabó la faena pegado a tablas de sol para preparar la muerte del animal con un arrimón. Fue silenciada su labor.
Foto: Twitter Maestranza
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