Andres Luque Gago en la actualidad. Foto: ABC |
Se decidió a escribir esta especie de biografía «porque ya llevaban detrás mía varias editoriales, hasta que Javier Sánchez Menéndez me convenció. Y, mira, creo que no ha quedado mal la cosa», de tal manera que en sus páginas se recogen vivencias, anécdotas y momentos emotivos desde 1947, cuando empezó de la mano de sus tíos Andrés y Fernando Gago, hasta 1986, cuando se retiró en la plaza de toros de la Maestranza.
«Mi tío Andrés comenzó a llevarme en 1947 a tentaderos en los que iban como invitados, en aquel invierno, nada menos que Manolete y Carlos Arruza. Tenía entonces 15 años».
Tuvo fuerza como novillero, ya que «en Sevilla, entre 1951 y 1952 toreé 10 veces, cinco novilladas y cinco festivales, compartiendo cartel con Antonio Ordóñez, Julio Aparicio, Litri, Jaime Ostos...», pero fue César Girón quien le animó a que cambiase el oro por la plata. «Ya había recorrido todas las plazas y no avanzaba como torero. Me propuso que me fuese a la cuadrilla de su hermano Curro y ya lo hago en 1954. Estoy con él hasta 1957».
Y entonces, ese año, lo llamó Luis Miguel Dominguín. «Estuve cinco temporadas con él, porque luego volví en las campañas de 1971 a 1973, cuando reapareció».
Y hasta su retirada, toreó a las órdenes de los más grandes: Miguelín, Manolo Vázquez, Carlos Corbacho, en la despedida de Antonio Bienvenida; Antoñete, Antonio Ordóñez... y Francisco Rivera «Paquirri». Se le entrecorta la voz cuando habla del de Zahara de los Atunes. «Fue uno de mis mejores amigos. Un torero sin igual; viví cuatro años con él como si fuese mi hermano... algo increíble. Qué pena de aquello de Pozoblanco...».
Paula, un genio
Luego llegó Rafael de Paula, al que apoderó ya retirado. «Un hombre genial, algo que se sale de lo normal, como torero y como persona.». Y recuerda, en el libro, la vez que le brindó el gitano de Jerez a Su Majestad el Rey en una Corrida de la Beneficencia. «Le dijo: “va por usted, Majestad. Le deseo mucha suerte”. Y luego, cuando ya se iba para el toro, se volvió y le dijo: “Y ahora, usted, deseéme suerte que me voy para el toro”. Rafael ha sido uno de los toreros más valientes que he visto».
Anécdotas como ésta salpican las páginas de un libro sazonado con más de 70 fotografías y recuerdos, muchos recuerdos. «Con Antonio Ordóñez ha sido con el único matador que me he colocado llamándolo yo; los demás me llamaron a mí para que fuese a sus órdenes».
Y otro dato a tener en cuenta: veintidós veces cruzó «el charco», esto es, fue a América para torear. «He toreado en todas las plazas que hay en el orbe taurino y creo que en todas dejé muy buenos recuerdos».
Se lamenta no haber toreado con dos figuras: «Curro Romero y El Viti. Me hubiese gustado actuar a sus órdenes, pero cuando me llamaron en alguna ocasión, ya estaba comprometido con, por ejemplo, Luis Miguel Dominguín y con Rafael de Paula».
Sobre el toreo actual, precisa que «se torea muy bien y se ven faenas maravillosas. Hay cinco o seis toreros sensacionales; lo que pasa es que si pudiese volver a elegir, me quedo con la época de los años cincuenta a los ochenta del siglo pasado».
Amante de todo lo que tenga que ver con Sevilla —es abonado en las sillas de la Carrera Oficial de la Campana y le encanta la Feria de Abril—, precisa que los posibles beneficios que puedan reportar el libro «irán destinados a Andex. La labor que hace María Luisa Guardiola con esos niños no tiene precio».
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