El Gran Maestro D. Antonio Ordóñez gustaba mucho de aseverar que en el toro si vales y tienes suerte, sales hoy; si vales y no tienes suerte sales mañana... pero sales. Eso fue así. Ha llovido y la cosa cambió en demasía.
Esto viene a cuento porque hace dos o tres días que la Maestranza de Sevilla -que no la Empresa Pagés- ha entregado el premio de las novilladas de promoción a un novillero extremeño de la Escuela Taurina de Badajoz: Tomás Campos, y la reflexión sobre qué camino deben recorrer los aspirantes se hace casi necesario estos tiempos de horas no demasiado boyantes para la Tauromaquia.
Hace tiempo que se orilló la frase de Rafael Guerra Guerrita de más cornás da el hambre. Desde hace algunas décadas los novilleros tenían que gastarse, bien los padres bien los ponedores, un dinero curioso para que el chaval despuntara. O sea que si antes los jóvenes se hacían toreros para ser ricos después había que ser rico para llegar a toreros. Ahora casi ni así. Por eso es de alabar la tarea y el vacío que rellenan las escuelas taurinas. Con todos sus defectos y limitaciones que no son pocas.
El recorrido fue cambiando a lo largo de la historia, pero siempre con un denominador común: ver torear. Casi todos los maestros ya retirados con los que uno hable te dirán que como más se aprende a torear es viendo torear. Y eso se hacía cuando para ser matador tenías previamente que ir en una cuadrilla al servicio de un espada o más tarde en los tentaderos donde les daban vidilla a quienes sentados en la tapia de la placita de tientas no perdían puntada de lo que los toreros hacían en el ruedo antes de bajar ellos a dar unos muletazos, casi siempre corregidos por el director de tienta correspondiente.
Rafael Fernanández Jarrillo se vanagloria más que de lo que hizo con capote y muleta de la gente a la que vio tentar. Yo he visto, decía, a Fuentes Bejarano, Chicuelo, a Pepin Martín Vazquez, Pepe Luis Vázquez, Antonio Ordoñez, a Rafael Ortega y tantos otros. Nos merecía la pena ir andando a lo de Pablo Romero, a lo de Perez Concha, a lo de Benitez Cubero o a donde fuera, porque aunque no pudiésemos bajar de la tapia, que casi siempre se podía, era mucho lo que aprendías de ellos. A partir de ahí a curtirse por esos pueblos de Iberia donde echaban reses que sabían lo suyo y lo de un amigo, sobre todo en el llamado Valle del Terror.
Eso pasó a mejor vida. A los tentaderos van pocos becerristas y por desgracia ya no están los anteriormente citados. Maestros auténticos cada uno con su sello, su sabiduría y su forma de estar en la cara del toro. Hubo un tiempo en que se aprendia el oficio a base de comprar novilladas porque ese tipo de festejos no es rentable para los empresarios y para montarlas había que buscar a tres “ponedores”. Nunca falta el espabiladillo de turno que hace su negociete -pequeño, pero negociete- con aquellos que pagan por torear. Por eso hay que aplaudir a las empresas que montan novilladas aunque sean deficitarias y hacen las cosas como tienen que ser.
Esto se ha intentado arreglar con las escuelas taurinas. Ventajas bastantes; inconvenientes también. Entre las cosas positivas están que los jóvenes aprenden pronto la colocación y cómo vaciar la embestida de las reses. Ya no se ven tantas volteretas en las novilladas sin caballos. Es cierto que algunos aprenden la ratonería antes que el oficio, pero bueno...
Otras virtudes de las escuelas son que ponen a tu disposición cierto número de reses a las que torear, que te llevan a algún que otro tentadero, que estás entrenando mucho, que es obligatorio seguir con los estudios porque se sabe que de esto no van a comer muchos, que se crea bastante compañerismo … hasta que eligen a otro antes que a tí para la novillada que se va a televisar.
Inconveniente básico: que solo suelen captar el concepto de la tauromaquia que tienen sus profesores. Así suele darse el pret a porter taurino. Esto es que todos andan cortados por la misma tijera. Son pocos los que se salen del encasillamiento y aportan su sello. Los hay pero son la excepción. Basta que te des una vuelta por cualquier escuela cuando están entrenando para darte cuenta que estás viendo varias fotocopias de la misma imagen o de la misma forma de torear.
*Luis Garcia Caviedes, Psicoanalista, escritor y aficionado de Sevilla.
2 comentarios:
Mas razón que un canonizado, Don Luis...
menos tiempo en las escuelas......
y a ver videos y television,que ahora mismo lo del plus es algo de envidiar,ojala hubieramos tenido ese canal toros hace tiempo.
el cortinar
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