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lunes, 9 de diciembre de 2013

Hacía una alarmante desilusión

En los últimos tiempos estamos asistiendo a determnados hechos o actos que llaman poco al optimismo de la fiesta, y es que realmente los que deben velar por la salud y el futuro de la fiesta - profesionales del sector - andan perdidos y arbitrariamente luchando por sus propios intereses. 
El esquema invernal se viene repitiendo, y solamente son los aficionados, a través de los blog´s, o en reuniones de trabajo, los que estan implicandose para que la fiesta de los toros no se marchite. Por exponer un caso, donde la voz de la afición se apaga, es en la misma provincia de Sevilla, donde el sitema taurino está provocando - por sí sólo -  y la inacción de aficionados y empresarios que localidades como Ecija o Morón de la Frontera, con instalaciones para ello, y sin debate político, no tengan entre sus actividades algo relacionado con los toros. Imperdonable e impresentable. Pero lo peor es que nadie lo discute o lo pregunta.  
Es una pena  ¿Qué esta pasando, aficionados?. Todo sería coherente, y además incluso teóricamente justificado, si dicha circunstancia dolorosa se produjese en alguna población cuya incidencia taurina estuviera salpicada por una propaganda animalista o por los posibles prejuicios de una identidad nacionalista. Nada de eso ocurre en estos casos, ya que existe arraigo y tradición. 
El sector empresarial no quiere darse cuenta de estos detalles, - graves detalles diría yo – y solamente se dedica a difundir mensajes contradictorios y que nada tienen que ver con el paisaje actual de la fiesta. La crisis económica actual no debe ser la causa que justifique tanto error, y tanto desastre organizativo en el entramado empresarial, con una política de precios totalmente desfasada, y ultrajando la honestidad del aficionado. ¡¡Señores aficionados!!; las alarmas se pueden ir encendiendo con actuaciones, qué como ésta, para nada reivindican que la fiesta goza de buena salud; todo lo contrario, hay elementos que deberían ser analizados por los que tiene verdadero interés sobre el espectáculo, y no lapidar la voluntad de los que pasan por taquilla. 
Estamos a tiempo de reflexionar, y buscar soluciones, porque de otra manera, sinceramente, y con el arbitrio de un empresariado inocuo para defender sus intereses, ello provoca que la fiesta de los toros se resienta y se enciendan las alarmas de la desilusión. 
 

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