No quisiera dejar este espacio libre de opinión - taurino - sin resaltar lo que ayer aconteció en la Plaza de toros de Madrid. ¡¡El Capea (hijo) corta una oreja!!. Me rio yo de los madrileños que vienen a Sevilla, o a cualquier plaza de Andalucía, y exclaman: ¡¡Esto en Madrid, ni vuelta al ruedo!!....jajajajaja. Yo a partir de ahora diré: ¡¡Esto es una Capea (oreja se entiende), como en Madrid!!. En Sevilla hemos dado "orejitas", pero en Madrid, primera plaza del mundo - según dicen - se estan regalando que da gusto.
Me he asomado a la página de mi amigo Pepe Pastor, y he visto un resumen de prensa: Observen no hay desperdicio:
El Capea luciendo el vergonzoso despojo obtenido en la tómbola del "mundo feliz" que consagra a Las Ventas en plaza de pueblo. (www.malakaespa.blogspot.com)
Porque ligó una serie por el pitón derecho y mató de una caída, le dieron una oreja. La segunda que se da en la feria, y aún más barata que la primera. Agustín Hervás.
Hoy Madrid se ha expandido, ha devorado pueblos de siglos de tradición –Canillas y Canillejas, Vicálvaro, Hortaleza, Fuencarral, Barajas, los dos Carabancheles, Aluche o los Villaverdes, Aravaca- y los medios de comunicación han puesto al alcance de cualquiera la fiesta y los acontecimientos más exclusivos, antes sólo reservados a unos cuantos escogidos o afortunados. Los isidros ya no vienen en masa de las localidades vecinas, muchos pueden ser del propio, abigarrado y expandido casco urbano, pero siguen apareciendo como una plaga constante sobre la fiesta en sus fechas señaladas. Rafael Cabrera.
Pero no sólo las orejas son sinónimo del gache en que han convertido a Las Ventas. Su afición, de aluvión, está al nivel de la feria. Barato. ¿Ejemplos? Unos cuantos. Los del seis alto con el jamón y el tarugo de pan, la ovación a un picador por no caerse, el que los operarios se montasen el lío padre a la hora de anunciar el orden de los toros y no saber qué matador lidiaba el cuarto, o el caso de que la ovación más fuerte que escuchase David Mora llegase cuando volteó la montera en el brindis para dejarla boca abajo. ¿Seguimos? Mario Juárez.
Pues, ea, una buena estocada, y ¡premio para el caballero! Ver para creer más que para ganar credibilidad. En el sexto, un tío, dirán los castizos que devolvió el trofeo, pero vaya usted ahora a quitarle a Capea la satisfacción de esa oreja de ¿Madrid? Zabala de la Serna.
Hoy Madrid se ha expandido, ha devorado pueblos de siglos de tradición –Canillas y Canillejas, Vicálvaro, Hortaleza, Fuencarral, Barajas, los dos Carabancheles, Aluche o los Villaverdes, Aravaca- y los medios de comunicación han puesto al alcance de cualquiera la fiesta y los acontecimientos más exclusivos, antes sólo reservados a unos cuantos escogidos o afortunados. Los isidros ya no vienen en masa de las localidades vecinas, muchos pueden ser del propio, abigarrado y expandido casco urbano, pero siguen apareciendo como una plaga constante sobre la fiesta en sus fechas señaladas. Rafael Cabrera.
Pero no sólo las orejas son sinónimo del gache en que han convertido a Las Ventas. Su afición, de aluvión, está al nivel de la feria. Barato. ¿Ejemplos? Unos cuantos. Los del seis alto con el jamón y el tarugo de pan, la ovación a un picador por no caerse, el que los operarios se montasen el lío padre a la hora de anunciar el orden de los toros y no saber qué matador lidiaba el cuarto, o el caso de que la ovación más fuerte que escuchase David Mora llegase cuando volteó la montera en el brindis para dejarla boca abajo. ¿Seguimos? Mario Juárez.
Pues, ea, una buena estocada, y ¡premio para el caballero! Ver para creer más que para ganar credibilidad. En el sexto, un tío, dirán los castizos que devolvió el trofeo, pero vaya usted ahora a quitarle a Capea la satisfacción de esa oreja de ¿Madrid? Zabala de la Serna.
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