El fallecimiento de Antonio Chenel «Antoñete», aun a costa de cambiar un poco lo previsto sobre resúmenes de la temporada, invita mucho a reflexionar sobre la torería. Son muchas las tipologías que se han descrito sobre los toreros; que si toreos de arte y toreros de valor; que si rondeños y sevillanos, que si clásicos o tremendistas. Estas se quedan cortas. ¿donde dejaríamos a D. Antonio Ordóñez? El Maestro de Ronda tenía un arte excepcional y un valor de idéntico nivel al de su arte.
Hay otras por ahí danzando que definen más la situación real. Las dejaremos para otro artículo y nos ceñiremos solo a una de ellas: Maestros y Figuras. Figuras son aquellos que vivaquean por las alturas del escalafón, son conocidos por el gran público y suelen tener honorarios de cierta envergadura.
Los Maestros son aquellos que aportan cantidad, son reconocidos por los aficionados y, sobre todo, por los toreros. Son aquellos que no precisan torear ciento y pico de corridas y andar de feria en feria como los turroneros para que en las tertulias de aficionados y conversaciones de profesionales se les nombre mucho más que a los figuras. Sería el caso de Rafael El Gallo, Chicuelo, Pepín Martín Vazquez, Pepe Luis Vázquez, Rafeal Ortega, Romero... Son los llamados toreros de toreros.
Si por un casual un espada pertenece a los dos conceptos nos hallamos ante un torero de época. Aquí se encuadrarían a Rafael Guerra Guerrita, Gallito, Juan Belmonte , Manolete y, otra vez hay que citarlo, D. Antonio Ordónez.
Que si, que no se olvidaba. A la categoría de Maestro perteneció Chenel. Guadianesco desde sus inicios pero siempre con el mismo aroma. Con un valor excepcional, que por desgracia se orilla muchas veces cuando se hace su semblanza, tenía una hondura, un saber estar y una torería que hace imperecedero su recuerdo. Además tuvo una cosa importantísima: al rebufo de una de sus vueltas, allá por los ochenta, consiguió aficionar al toro a una serie de gente de la cultura que antes muy poco habían tenido que ver con la Fiesta.
Sabor añejo el de su toreo; saber estar en torero dentro y fuera de la plaza, profundidad, humildad y compañerismo. Maestría.
No me resisto a describir, otra tipología, sui generis, de los toreros. No es la prometida más arriba, pero viene al caso. En una de las tertulias que había a media mañana en el desaparecido “Los Tres Reyes” de Sevilla, un cierto crítico que más allá de sus gustos, tenía que defender a quien le “encargaba” hacer la temporada, no hacía más que nombrar a un determinado torero, importantísimo que conste, pero que nunca salió de la clasificación de figura. Cada dos por tres, otra vez la insistencia en fulanito. Se hablaba del toreo de capa, fulanito al aparato, se hacía mención del toreo en redondo, otra vez la misma tabarra, a la hora de platicar sobre la forma de matar, más tela. Un torero de plata, cuyo nombre omito, con más de teinta años de profesión, estaba como como el resto de los contertulios, hasta la coleta del buen hombre y ya sin poderse aguantar le dice: “D. Fulano, déjese usted de pamplinas; hay matadores de toros, buenos toreros, figuras del toreo y toreros de m....o. Y de estos, Ordóñez y Romero”. Creo sinceramente que se le olvidaron Paula y Antoñete.
*Luis Garcia Caviedes, Psicoanalista, escritor y aficionado de Sevilla
2 comentarios:
Excelente artículo de D. Luís que sigue vivaqueando en "maestro" de gacetilleros....
Amén, D. Inner.
Un abrazo.
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