Una de las razones de no haberme adornado durante bastante tiempo ha sido los compromisos contraídos con otra de las aficiones que uno gasta: el rugby. Las otras, incluido un proceso vírico de casi un mes, no hacen al caso. Y eso que, ya jubilata, podía disponer de más tiempo. Pero no.
No me apetecía escribir de algo tan querido que ha sido boyante y, queramos o no, anda en caída libre: la tauromaquia. Tampoco había tanta materia. Y más cuando desde todos los foros posibles se ha hablado hasta la extenuación de carteles, abonos, ausencias, cachés derechos de imagen... la Biblia en pasta.
Para ausencia la del público en los tendidos en la corrida de Oliva Soto, Nazaré y Silveti Un tercio mal contado de plaza con un cartel a priori algo interesante. Soto el año pasado por poco abre la Puerta de más solera del orbe taurino: la del Príncipe. Nazaré triunfó cada vez que toreó aquí el año pasado y el mejicano Silveti, que siempre es atractivo un torero de ultramar, venía de cortar un rabo en México esta temporada. Pues nada. Poquita gente, lo que indica que no no hay excedente de abonados, y las reservas económicas del personal no anda en condiciones. Si de postre incluimos que las garantías de ver algo a modo son escasas, pues a quedasrse en casa.
Comentaba un gran taurino que las retransmisiones en directo, en concreto parara la provincia de Sevilla, habría que regularlas. Que no es de recibo que un “tipo por 13´90 € al mes vea lo mismo que yo por 1.800” Otro que tampoco es dudoso de su afición, le contestó: “A lo mejor es el de la Tele el que paga el justiprecio y nosotros demasía. Para lo que nos dan un dia si y otro también”. Quizás los dos lleven razón. Exageradillo el segundo.
Hace unos dias el maestro Eduardo Dávila Miura, aficionado también al rugby, acepto la invitación del seleccionador nacional de este deporte, Regis Sonnes, aficionado cabal del Sur francés a la Tauromaquia, para darle una lección magistral a los seleccionados españoles: una clase de toreo de salón. En el rugby como en el toreo los tiempos son fundamentales, la coordinación psicomotriz también. Además se transmite que con determinados movimientos se domeña la bravura del toro. Se puede extrapolar para atemperar la bravura del equipo contrario. A igualdad de “riles” que dicen los cayos, el más inteligente gana. Vivir el “como si”. Psicodrama quimicamente puro.
Los resultados excelentes: se hizo convivencia; se jugó al toro un montón. Alguno pudo ver de cerca por primera vez a un héroe mitológico, el torero. Gracias Maestro. Y la temporada que viene a verlo lotra vez en los partidos del Ciencias. Otra vez gracias.
*Escrito por Luis Garcia Caviedes, Psicoanalista, escritor y aficionado de Sevilla
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