Ya retirado de la escritura taurina debía un artículo al Blog de mi gran amigo Juan Manuel. No podía despedirme a la francesa. Y digo yo (¿os suena?) Qué mejor despedida que decir algo a la muerte de un Torero.
En el agro andaluz hay un dicho que reza: “viendo el chozo se ve el jabal” (campo de habas). Viene a decir que con solo ver el tipo de lugar en el que el agricultor se guarece de las calores e inclemencias se puede colegir cómo es la tierra y la cantidad de fruto que produce. También se aplica con frecuencia a que contemplando las repercusiones de su conducta es posible decir casi sin temor a equivocarse qué tipo de persona fue.
En lo personal lo traté muy pocas veces : en la comisión del monumento que Sevilla le erigió y alguna que otra vez con su hijo mi idolatrado Pepe Luis Vázquez Silva. Viendo su descendencia se podía perfectamente saber qué tipo de padre y persona fue: sencillo, humilde, callado y preñado de naturalidad. Los pilares de la Sabiduría.
En lo taurómaco alcancé a verlo pero no lo “vi”. Esto es estuve en la plaza cuando el toreaba, mas no tenía capacidad de discernimiento para analizar lo que hacía. Con todo basta con hablar con los profesionales de esto, los que de verdad saben, para comprender que junto a Chicuelo y Pepín Martín Vázquez formó parte de la trilogía de toreros sevillanos capaces de aficionar a los antitaurinos. “No toreaba, acariciaba” decía Rafael Fernández “Jarrillo” mientras le daban su última vuelta al ruedo en la plaza de más solera del mundo.
Cuentan que cuando le dijeron a Manolete que a Pepe Luis lo había cogido un toro en Santander respondió lacónicamente “se habrá caído”. En efecto había resbalado. También que el Califa cordobés contestó a Arruza cuando este le inquirió sobre quien era Pepe Luis: “El que nos deja comer langostinos a ti y a mí; si quisiera …”.
Anecdotas mil. Casi todas está contadas. Pero no puedo resistirme a citar lo que escribí como juguetillos, en 1990 cuando la tertulia poética Cuadernos de Roldán le ofreció el número 6 de su colección, titulado "El Arte de birli birloque" en los salones de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla:
La
ilusión encarnó
En un
niño rubito
De San
Bernardo.
Y el
toreo se puso
de
traje largo.
Su
capote… es melisma
Que se
modula;
Su
muleta mil sueños
De
galanura
La
Esperanza silente
Trajo
un torero;
He
tenido la suerte,
De
niño, verlo.
Torear
es doblarse por bajo
Con el
miedo.
Y…
vencerlo.
Y
sentir quemazón de Arte
Por los
adentros.
*Artículo de opinión de Luis Garcia Caviedes, Psicoanalista, escritor y aficionado de Sevilla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario