Del acontecimiento de la tradicional corrida Goyesca celebrada el pasado fin de semana en Ronda, con la encerrona del diestro Morante de la Puebla, y su posterior salida a hombros – antirreglamentaria eso sí – por el Coso situado en la Avenida de la Paz se ha escrito – y bien – por numerosos especialistas y aficionados, por lo que yo solamente quisiera felicitar a esas personas por habernos narrado en prosa, y en verso algunos, todo lo acontecido en esa tarde del sábado, y para los que no tuvimos la fortuna de asistir, conseguir una transmisión de la sensibilidad y fe de lo realizado por un artista, tan genial como singular, como Morante de la Puebla, es todo un mérito digno de reconocimiento.
Y es que viendo las imágenes, descubriendo visualmente la algarabía existente en las gradas de Ronda, con la magistral templanza artística que ejecutaba el diestro solamente podía imaginarme a otro genio de la pintura, - y a cuyo honor se celebra a la antigua usanza este festejo – como D. Francisco de Goya y Lucientes, contemplando dicha escena mientras daban pinceladas a cuadros como, “La novillada”, “La muerte del picador”, “El paseo por Andalucía” o la “Maja desnuda”, entre otros, porque la tauromaquía desarrollada por José Antonio Morante en la ciudad rondeña evocaba tiempos pasados, su toreo era trazado con la misma dulzura y maestría con la que un hombre con su “locura”, su arte y su pincel demostraba, en el reinado de Carlos III, su magistral pasión por la pintura y su espectacular obra.
Emocionados podemos estar los aficionados con la pinturería del de La Puebla, con ese sabor añejo a torero rancio, con su particular lidia e interpretación de la tauromaquía, pero quizás la efeméride del sábado pasado tiene mayor importancia, aun más si cabe que el conunto de su actuación, por lo que se ha comentado por los aficionados, si valoramos, por un lado, la aptitud y capacidad lidiadora de un diestro con seis toros, tras regresar de una cornada importante en Huesca, y por otro, que sí realmente le llega a embestir algún toro con más franqueza, quizás la explosión de júbilo emocional hubiera alcanzado cotas inimaginables.
Emocionados podemos estar los aficionados con la pinturería del de La Puebla, con ese sabor añejo a torero rancio, con su particular lidia e interpretación de la tauromaquía, pero quizás la efeméride del sábado pasado tiene mayor importancia, aun más si cabe que el conunto de su actuación, por lo que se ha comentado por los aficionados, si valoramos, por un lado, la aptitud y capacidad lidiadora de un diestro con seis toros, tras regresar de una cornada importante en Huesca, y por otro, que sí realmente le llega a embestir algún toro con más franqueza, quizás la explosión de júbilo emocional hubiera alcanzado cotas inimaginables.
Si la gente salió encantada de la plaza no quiero pensar, y sí soñar, con esa posibilidad de que la corrida hubiera embestido de forma más regular. Y pienso que cuando a Morante le salga un toro con la suficiente capacidad de transmisión, la evocación del espíritu de la Goyesca puede ser superior a la que los "afortunados" pudieron contemplar, y los “mortales” como yo, sufrir de envidia tras leer con atención las numerosas críticas y crónicas de lo satisfecho en la plaza por un toro «goyesco» llamado José Antonio Morante Camacho. Ya estoy deseando un reflejo de esos destellos rondeños el próximo dia 29 de septiembre en otra Maestranza, esta vez en Sevilla, y por San Miguel. Esta vez no me lo pierdo.
Foto: ABC
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