Esto ya ocurrió el año pasado, que como recordarán no hubo Feria del Toro y dijeron que iba a ser como el flamenco, una bienal. Pues como no sea vienal con uve, que los ganaderos se coman una viena con manteca colorá en sus cortijos, no sé... Observo en esto algo preocupante: una transculturación de Andalucía, y perdonen la pedantería, que parezco Isidoro Moreno. El toro y el toreo formaban parte de la vieja y tradicional cultura agraria andaluza. Sin el campo al fondo, sin los saberes de sus hombres y los ritos de sus tierras, el toreo no se entiende. Esa vieja cultura agraria andaluza, la que decía Vicente Aleixandre que entraba por la planta de los pies, ha desaparecido. Los saberes y estilos del campo han muerto con los más viejos del lugar. Los nietos de los viejos camperos de lo que saben ahora es de vídeoconsolas y de MP3. Y esa cultura agraria tradicional no ha sido sustituida por nada. Bueno, sí, por la que decía el otro día Griñán en una entrevista: por la cultura de la subvención. La del campo andaluz ahora es la cultura de la subvención, del PER, de los fondos europeos, del mangazo, de poner la mano.
Y eso ha pasado en el toro. Las ganaderías de bravo estaban en manos de los viejos señores del campo andaluz. Señorío era la palabra. La sentencia del viejo hidalgo: «Haz lo que debas, aunque debas lo que hagas». Ya todo aquello pasó, todo quedó en el olvido. El mundo del toro ha pasado de la cultura agraria a la cultura de la subvención, y de los señores del campo a los enriquecidos por el pelotazo. Sin subvención de los ayuntamientos no hay toros en muchos pueblos. Hay un PER de los señoritos del que nadie habla. Y la Feria del Toro era parte de este PER de los señoritos. Por eso si no hay subvención, si no hay casera, nos vamos.
Yo pienso con dolor en los viejos criadores de toros bravos, en aquellos grandes señores del campo andaluz. Pienso en Fernando Villalón, el de la leyenda de los toros con los ojos verdes. No me imagino a Villalón yendo a mendigar una subvención a la Junta para montar la Feria del Toro. No me imagino a don Eduardo Miura Fernández yendo a suplicar una subvención a Cajasol. No me imagino a don Felipe Pablo Romero yendo a pedirle la voluntad a la bodega Osborne, ya que usan el toro como anuncio del Veterano. No me imagino a don Álvaro Domecq y Díez yendo a implorar una subvención a la CEA. En la cultura agraria, el toro era cuestión de señorío, de estoque y muleta. En la cultura de la subvención, el toro es cuestión de sable. De pegar sablazos para que los ganaderos monten su Feria del Toro sin gastarse un duro. Tal como está la Fiesta de amenazada. Y luego dicen que los enemigos de la Fiesta no están dentro. ¡Anda que no! No ni ná...»
Artículo de Antonio Burgos, publicado en el Diario ABC (19/11/2010)
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